sábado, 2 de mayo de 2009

Mirando atrás

Bueno, estoy en deuda con mi blog desde hace tiempo porque me propuse seguir actualizando con cada manifestación que considerara artísticamente reseñable. Ojo, no ha habido error en el orden de las palabras: no todo el arte merece una gran atracción, y grandes atracciones pueden contener mucho arte.
Después de la divagación, me dedico a dejar constancia de esa vuelta a la infancia que significó "Ponyo en el acantilado" de Hayao Miyazaki, para mí el Walt Disney de nuestros, con el permiso del gran John Lasseter. Me encontré con una historia sencilla, mágica, fantasiosa (en el mejor sentido de la palabra) y sencilla sobre un pez que desea convertirse en niña. Miyazaki huye de esa fiebre que ataca a los animadores nipones cuyos síntomas son el abuso del mundo onírico y el recurso de asombrar al espectador con una puesta en escena excesivamente ruidosa para mi gusto. No nos engaña con que es un cuento infantil y por ello se toma sus licencias para mezclar la magia con los clásicos ingredientes que sazonan este tipo de historias: el amor infantil, la ilusión y la lucha por lo que se desea.
Invertí 100 minutos de mi vida en volver a mirarme a mí mismo cuando me deslumbró "El Cristal Oscuro" o "Alicia en el país de la maravillas". En un instante, me enamoré de Ponyo y Sosuke. Tienen candidez, simpatíca natural y eso que no se compra en ningún bazar, la capacidad de hacerse entrañables con sólo mirarlos.
Gracias maestro Miyazaki por regalarme unos minutos tan hermosos con los que fugarme de la realidad que me rodea.
P.

No hay comentarios: