martes, 17 de junio de 2008

87 minutos de humanidad


El domingo me encontré de bruces con una pequeña joya del cine, de esas que sólo tienen cabida en filmotecas, salas mínimas y pases exclusivos. Me siento afortunado por haberla visto.
Hablo de "La banda nos visita" una película franco-israelí que versa sobre una orquesta egipcia contratada para la inauguración de un centro árabe y, por error, acaba en un asentamiento israelí en medio del desierto. La rutina diaria de los habitantes de Bet Hatikva (así se llama la población que los acoge) se verá completamente trastocada.
Es una de esas películas que nos muestra que el ser humano hace las cosas más difíciles de lo que realmente son y que la convivencia entre árabes y judíos es posible. Utiliza armas tan sencillas como el diálogo cultural, el amor y el el entendimiento de las personas como elementos superadores de las diferencias. Es ante todo una comedia agridulce que busca dar esperanzas para acabar con la cizaña que dirige la región a través de la sonrisa ante situaciones ridículas, pero sobre todo sentidas.
Partiendo de aquella idea esperpéntica, nos encontramos con personajes llenos de matices, de detalles que nos hacen sentirlos cercanos aunque estén a muchas horas de distancia. El director apuesta por la inteligencia y, sobre todo, por la delicadeza de unos diálogos justo y necesarios. Deja claro que el silencio también es una forma de comunicación y hasta de proximidad entre dos cuerpos solitarios y necesitados de cariño.
Algunas escenas son memorables, como aquella en la que el líder de la banda acude a un restaurante a pedir información o las secuencia en la pista de patinaje. En ellas, una mirada, un silencio, una expresión corporal sencilla cobra más y más relevancia; todo ello sin necesidad de la sobreactuación.
Acabo diciendo que es de esas películas que dejan un regusto placentero y agradable, muy recomendable para un público que busque las historias personales e íntimas, de tempo lento y contemplativo pero en absoluto aburrida. Su humor y su poesía consiguen más de una carcajada con escenas surrealistas y deja un sentimiento de haber sido testigos de una aventura, un viaje entrañable con el convencimiento de que la convivencia es posible.

Salud,
Patxeko (con buen karma)

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